La sombra en el reflejo
Sos un bicho inmundo, escuché desde el baño cuando te diste cuenta que no estaba a tu alcance para ayudarte con la soga de la persiana que hace un mes tenías que reparar. No me encontraste en la cocina ni en mi escritorio repleto de libros, leyendo alguno de ellos para la clase del día. Creíste que había salido a hacer "algo" sin avisar que me iba. No me conocés. Hace más de veinte años que estamos juntos y no te has detenido a mirarme ni un poquito.
Hace años que me siento al lado tuyo para mostrarte un reflejo de tu persona, para que reflexiones unos segundos y logres hacer un mea culpa. No me gusta la gente que se hace olímpicamente la boluda y vos sos parte de esa gente. Cada pregunta que te hago la evadís con una repregunta casi sin fundamentos en donde te fascina victimizarte para cerrar la conversación así, sin más. Y la comunicación se ve imposibilitada de ser tal, cubierta en su totalidad de improperios que te benefician, arrojándome por la cabeza una ensalada llena de soretes de toda clase. Y creés que ganás la discusión, cuando lo único que vengo intentando es acercarme a tu otro yo, para mostrarte ese espejo en donde no te querés ver, en donde ni por el más posible de todos los milagros, reconoces que con tus insultos no llegamos a ninguna parte. Intento solucionar. Con insultos la situación comunicativa no sirve. La complejidad está instalada cuando uno quiere conversar para solucionar y el otro sólo se protege con agravios infundados evitando el verdadero yo.
Sos un bicho inmundo, escuchó nuestro hijo adolescente y nuestra pequeña hija de diez años cuando yo no estaba en un santiamén, para sostenerte la soga de mierda con mis manos. Esas manos que siempre han estado pegadas a las tuyas cuando se te viene el mundo encima por una reparación casera y sin más ciencia, porque si no estoy cerca no sabés solucionar nada. Dependiente le llaman. Si a esta altura no tenés las pelotas suficientes para retener tu negativos pensamientos, errantes, pesimistas y mal logrados, aplicados en una equivocada situación de percepción, como de costumbre, no sé que me espera en los próximos meses.
Meses, sí. Porque si después de tantos años, aún no te detenés a valorarme, no te proponés pensar con la boca cerrada para que los chicos no te escuchen, no has fijado en esa pequeña cabecita de cinco años que tenés nada de lo que vengo, permanentemente, hablándote en pos de una mejoría matrimonial, probablemente todo se vaya al carajo de una vez y para siempre. Y,
probablemente, es más acertado y cercano al destino que construimos, que
posiblemente. Porque ya no hay mucho más para agregar, la comunicación se produce cuando se encuentran dos personas que saben escuchar, comprender y responder. Respeto le llaman. Y vos te haces olímpicamente el boludo. Es tu protección, lo entiendo. Lástima que vos no sepas o no quieras entenderme. Ahora que lo medito, ninguna de las dos cosas. Claramente, tampoco te importa. Soy una mujer sola, me conocen como una mujer sola, voy y vengo sola, asisto a determinados lugares sola, converso, estudio, analizo, comparto, viajo, decido, sola. No te interesa lo que me pasa, lo que siento, lo que aprendo,lo que no comprendo, lo que me frustra, lo que me contenta. No me permitís conversar de mí con vos. Te aburro, se te nota en el cuerpo, en las gesticulaciones. No te intereso y, lo peor, no tenés pelotas para decírmelo. Sólo te ocultás bajo la sábana imaginaria de la victimización porque traés el sueldo a casa y eso te parece suficiente para catalogarte como un excelente compañero. Pero yo sí tengo pelotas. Y esto no te determina ganador ni víctima.
Analizá vos la postura que te toca, la que elegís, porque es tu elección.
Yo ya elegí la mía.