jueves, 20 de noviembre de 2014

Leyenda del Crepúsculo 

En cada amanecer se amaban y se lloraban.
En cada permanecer las pieles entristecían.
Por cada gota de rocío, lanzaban letras de ahogo.
Por cada ruiseñor desperezado, lloraban su pena al vacío
Con cada brisa violeta, pensaban en volverse a amar
como las veredas de noviembre y las flores de un jacarandá.
Y sus manos se soltaban con solo un haz de luz
hasta cuándo tan lejano, mío, hasta cuándo esta cruz...
le decía la noche al día diluyéndose en el bosque,
que quería atraparla entre sus ramas y no podía.
Ya que tú me prometes la luna, dijo el día, yo te regalo el espejo del mar.
Amor mio, con ese espejo, dijo la noche, te eternizaría bajo el manto de mis estrellas
y ya no seríamos ni noche ni día sino
el amor, el amar, abrazados a la vida
y tus rosas mis lechuzas 
y mi luna tu candor
y tus olas, las cortinas 
de una ventana llena de amor,
y mi oscura tus balcones
que brotan de flor en flor 
y el lucero de mi alma
la sonrisa de tu corazón.



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